viernes, 23 de mayo de 2008

A y, caramba, don Porfirio


Buenos días por la mañana, don Porfirio.
Siéntese aquí, mi apreciado amigo.
En esta silla, a mi lado,
y cuénteme historias de su vida.
Cuénteme otra vez cómo iba en la canoa
dando vueltas por el caney de Arecibo,
allí donde el río Tanamá se nutre de sal,
a ver aquella muchachita que tanto le gustaba.
Siéntese aquí, al sol, amigo del alma,
a mirar conmigo los coquíes puertorriqueños y los pájaros canarios,
que hoy comen y vuelan todos juntos,
como si no hubiera sino una sola isla.
Cuénteme otra vez la historia de su padre
Con los Birriel
Y cómo usted le llevaba gratis la cesta cada semana a la viuda,
Porque don Pepe, su padre, se lo había prometido al difunto.
Buenas tarde por la tarde, don Porfirio.
Venga acá, cristiano.
No se me marche tan pronto que todavía en las islas lo necesitamos.
¿Quién si no es usted
va a traernos este año a los isleños de Puerto Rico?
¿Quién si no es usted
nos va a regalar todos esos libros caribeños?
¿Quién si no es usted
va a reconciliarnos con el corazón humano?
No se vaya, don Porfirio.
Échese un último vaso de vino conmigo.
Le juro que es buen vino del país, sin química.
Hasta su padre, que era buen catador, lo habría elogiado.
Ande, siéntese de una vez a mi lado.
Cómo nos va a privar de ver sonreír a doña Violeta, hombre.
No puedo creer que ya esté muerto,
Que se me haya ido sin leer un artículo que le escribí la semana pasada.
Siéntese aquí, amigo, y dígame qué palabra no le gusta para cambiarla.
Va a salir publicado en este mes, don Porfirio.
No se vaya sin leerlo, hombre, no se nos vaya tan pronto,
Que todavía queda un ratito de luz.
¡Ay, caramba, caramba!

Manuel Mora Morales
23.05.08

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