domingo, 26 de julio de 2009

¿Por qué Pérez Reverte no se parece ya a Pérez Reverte?




Desde hace quince días, Pérez Reverte me tiene pasmado. El pasado fin de semana, se burlaba de un señor –flaco y, paradójicamente, añorante del Régimen– que había bautizado a su barco con el nombre de Viva España. Yo esperaba que alabara la valentía de un coherente lobo de mar frente a la cobarde desbandada nacional por las praderas de la alianza de civilizaciones. Pero me dejó con un palmo de narices.


La semana anterior, escribió un artículo de Premio Nobel sobre los diputados. Un escrito que si se sometiese a referéndum lo avalaría el noventa y nueve por ciento de los ciudadanos. Confieso que estuve buscando el párrafo donde el académico había colocado la moraleja antidemocrática, pero no lo encontré. Touché.


Hoy, he leído otro artículo en el que defiende la libertad sexual y dice sentirse a gusto en un Madrid "luminoso, justo y libre", donde los mozos se acarician la nuca con ternura. Les aseguro que ni los llamó maricones.


Con éste, ya son tres fines de semana que Pérez Reverte no se parece a Pérez Reverte. Ni siquiera a un Roberto Alcázar mal hablado, sino más bien su prosa corre pareja a la del propio Manuel Azaña –redivivo, traicionado y embarcado–, lo cual es para escamarse. Incluso sus "piropos" han bajado de tono, excepto un pequeño lapsus, cometido al llamar cariñosamente "hijo de puta" a un guardia jurado.


¿Qué ha propiciado este cambio espectacular? Seguramente, no se debe a que "desde arriba" le hayan dicho que cambie el tono y la dirección de las flechas, porque, en ese caso, habría continuado erre que erre por los siglos de los siglos: contándonos cómo desbarra sobre las mujeres con su amigo Antonio y cómo se muerde las uñas cuando recuerda que los muchachos del Gran Capitán ya no salen a luchar contra el turco.


Quién sabe. Tal vez, cada cierto tiempo las aurículas y los ventrículos le cambian de posición. O la calor le quema las ganas de joder y le hace renacer los buenos sentimientos como si fueran anhelados brotes verdes de ministras en crisis. Hasta puede ser que en julio su velero se mueva menos y tenga la vista más centrada. Vete a saber.


Lo cierto es que no hace muchos años que leo sus artículos en una revista que me regalan cada sábado. Por tanto, no puedo saber si esos saltos estéticos e ideológicos son algo habitual en él, si se trata de un resabio de su juventud o si ha sufrido una conversión al caerse de su yate, encabritado como el caballo de Saulo camino de Damasco. Encabritado el yate, por supuesto.


¿Usted qué opina?




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